Como directora de un colegio, tuve la oportunidad maravillosa de trabajar con una población muy grande y diversa. Un alto porcentaje de los niños con los que trabajé tenía alguna discapacidad cognitiva, de comportamiento o de aprendizaje. El rango de escolaridad iba de Kínder a duodécimo grado. Fue una experiencia increíble que a su vez trajo multitud de retos. Según mi experiencia, la tarea más difícil de desempeñar en un colegio es el manejo de la disciplina. En un principio me incliné por la utilización de un enfoque de disciplina tradicional, es decir, detenciones, suspensiones, etc. En otras palabras, un enfoque punitivo; sin embargo, rápidamente entendí que, con esa manera de operar, lo único que hacíamos era perder buenos alumnos que tenían problemas de comportamiento. 

Tuve innumerables reuniones con mis maestros y personal administrativo tratando de buscar una manera efectiva para manejar la disciplina. Yo necesitaba que mi gente se comprometiera, así que siempre estuve abierta a escuchar lo que ellos tenían que decir. Muy a menudo sus propuestas apuntaban, con algunas diferencias, a que impusiéramos medidas más restrictivas. Sin embargo, mi instinto me decía que la respuesta no estaba en tener más restricciones, por consiguiente, me dediqué a la búsqueda específica de sistemas de disciplina innovadores, sabía que me tenía que salir de la norma. Fue así como encontré las Prácticas Restaurativas, estas constituyen un conjunto de prácticas, formales e informales, que promueven un ambiente escolar positivo por medio de la creación de una comunidad, de reparación de las relaciones y de la creación de un espacio de aprendizaje seguro para todos los estudiantes. 

Por experiencia sabía que los estudiantes necesitan tener conexiones significativas con los adultos en sus vidas y, desafortunadamente, muy a menudo, ellos no las tenían ni siquiera en casa. Y todavía más importante, yo sabía que ellos responderían mejor a las expectativas de maestros y administradores si se sentían escuchados, de inmediato supe que PR era lo que yo estaba buscando.

Teniamos recursos limitados y además, había muy pocas oportunidades de entrenamiento en Florida. Afortunadamente, algunos de mis maestros se sintieron atraídos hacia PR y querían lograr su implementación. Juntos nos pusimos a trabajar aprovechando todos los entrenamientos y recursos que pudimos encontrar hasta lograr la implementación completa de Prácticas Restaurativas. Eventualmente, hasta los maestros y administradores más escépticos estuvieron satisfechos con los resultados.

Como se esperaba, nos tomó alrededor de cuatro años transformar el ambiente escolar, mientras tanto, también pudimos observar cambios inmediatos. En futuras publicaciones escribiré con más detalle sobre la implementación de Prácticas Restaurativas, pero si tienes preguntas o comentarios por favor no vaciles en comentar o preguntar en esta publicación.